domingo, 3 de octubre de 2010

Discúlpenme por el francés..

Allí me encontraba. Sola, en la cocina de un chalete al que ya había abanado la fiesta y la alegría. El frío suelo y los lóbregos pasillos la hacían parecer mucho más grande de lo que hubiera sido horas antes, habitado de las multitudes se había hecho extrañamente estrecho; pero ya no. Solo eran pasillos interminables y laberintos de escaleras que no conducían a sitios. Todos dormían y yo quedé sola con un reloj que contaba estrepitosamente cada segundo que se sucedía, impasible. Y ante aquel segundero, me noté envejecer.

Oh, el tiempo, ese bellaco traidor, que me recordaba cómo se perdía mi vida. Cómo crecían canas en mi pelo y desplazaban pelos más morenos de otra época, mientras la piel se destensaba y mis ojos parecían cada vez más cansados. Cómo mis células morían.

En ese momento todo cobró sentido: nada lo tenía. Quién definió cómo aprovechar la vida, cada latido de mi corazón era uno más para mí y no uno menos de mi existencia. Podía vivir malgastándola si seguía siendo parte de ella misma. De todas formas, ¿qué diferencia había?

Dediqué unos minutos más a convencerme a mi misma de la carencia de significado que encontraba en la frase perder el tiempo, y, cuando me di por satisfecha, continué perdiéndolo.



Decrolilla, AKA hel, AKA Mrs. Dubrovski, AKA Compi, AKA Aburrida.

3 comentarios:

  1. Compi, tan grandes como tú, las hay pocas.
    Gran final, din duda.

    ResponderEliminar
  2. diooooooos qé fumada chaavaaal
    no le eo el sentido, aunqe lo qe intenté decir es curioso

    ResponderEliminar
  3. eres vieja decrola, pero aun no tienes patas de gallo

    ResponderEliminar